Objetivo cumplido: Por fin Juan Piquer Simón consiguió lo ansiado. Realizar una película de género a la moda (en la misma línea que Leviathan: el demonio del abismo o Profundidad 6 por citar algunas), con reparto internacional, presupuesto generoso dentro de los parámetros habituales con los que se manejaba, y una cierta campaña de promoción que hacía augurar un primer éxito (modesto, eso sí) para esta mezcla “cameroniana” entre Abyss y Alien que pretendía ser La grieta. El problema, más grave si cabe al no haber la “excusa” presupuestaria, es que una vez más hay un mundo entre lo que se pretende filmar y el resultado. Sí, cierto es que en esta ocasión contar con R.Lee Ermey o Ray Wise da un cierto aire de, sino credibilidad, sí de profesionalidad, de empaque. Pero lo que ya no funciona de ninguna manera es la historia. Efectivamente, La grieta vuelve a no saber en qué liga jugar. Se mueve entre el thriller claustrofóbico, la monster movie y la sci-fi cincuentera quedándose en producto que hoy día tendría su mejor referente en cualquier película de The Asylum. O sea, arruinar la función tomándose demasiado en serio a sí mismo, reduciendo la diversión a la mínima expresión y aburriendo hasta a las ovejas.
Desde luego, Piquer Simón puede que no estuviera especialmente acertado en el desarrollo visual de la trama, pero no hay que desdeñar en absoluto el factor mala suerte. Ciertamente nadie podía prever en la fecha de filmación de la película el impacto que tendría posteriormente un personaje de la talla de Pocholo Martínez Bordiu, pero su desaprovechamiento es tal que no consigue satisfacer ni el ansia de recuperación freak que uno podría tener al descubrir que tan mítico individuo aparece en la película. De hecho, el propio Pocholo cargaba duramente contra Piquer Simón amonestándolo por su autoritarismo y falta de talento al eliminar prácticamente todas sus líneas de diálogo y (ojo, spoiler) convertirlo en la primera víctima del monstruo en la película.
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