Juan Piquer Simón es casi casi por antonomasia el director
de género español con más etiquetas colgadas en su haber y no precisamente
positivas. Cutre, casposo, perpetrador de películas infames....Todos ellos
epítetos nada cariñosos que sin embargo, a pesar de su crueldad, no dejan de
reflejar una cierta “verdad”. No nos engañemos, Juan Piquer Simón es un
artesano, un pionero en España entregado por completo al género, sobre todo al
fantástico y al terror, que demasiado a
menudo tuvo que apechugar con presupuestos infames y el desprecio de público e instituciones. Es
decir, que sí, que en su haber tiene una buena colección de desastres fílmicos,
pero también auténticas joyitas tales como Supersonic Man o Mil gritos tiene la
noche que glosaremos, junto a sus obras no tan acertadas, en sucesivas entregas
de esta retrospectiva “Simoniana”. Si el cine de Juan Piquer Simón podría considerarse marginal
estamos ante posiblemente la que sea su obra más underground dentro de lo
underground. Un film que se mueve directamente en los márgenes de lo precario,
de lo escaso. Cine de guerrilla que trata de abarcar con el mínimo posible, la
máximo expresión del aprovechamiento. Un producto que directa y literalmente
araña, raspa los fotogramas para llegar a su meta y conclusión.
La premisa es muy sencilla, hacer un film, un thriller,
mezcla de cine de acción exploit
vinculado a la explicitación violenta de los 70, mezclado con ciertos
aires de film de espías “bondianos” con regustillo a guerra fría. Teniendo en
cuenta el año de su realización la pretensión, así como los looks de sus
personajes y puesta en escena ya conforman un contexto "demodé" con más caspa que
glamour retro. Sin embargo, aún siendo
difícil adivinar si es aposta u obligado
por las circunstancias, no deja de tener su gracia ver como una ciudad como Madrid, en pleno apogeo de la movida, acaba por parecer como un suburbio pobre
de cualquier ciudad del bloque soviético. Algo que dadas las características
del film, lejos de desentonar le dan un aire más compacto, más sólido.
Sin poder contar con muchos de los actores que conforman el
elenco habitual de sus films (habría que hablar largo y tendido de su visión “cassavetiana”
del casting como universo transmigratorio familiar) se opta casi por la
presencia de emuladores, de avatares que asimilen antiguos roles, poses,
actitudes. El resultado no acaba de cuajar, no hay química y se intuye una
impostura, especialmente en el protagonista, que hace que sus poses de tipo
duro acaben por asemejarse más a un Arturo Fernández en Torremolinos que a un
presunto Charles Bronson de la vida.
Uno de los elementos
destacables por su irrupción novedosa en el entramado fílmico de Juan
Piquer Simón es la presencia de un erotismo, hasta el momento, inexistente o
como máximo soslayada en elipsis pudorosas. No, no es que estemos ante un
director de lo recatado o lo puduroso o lo conservador, no. Simón omite lo
sexual porque su relevancia en sus films es argumentalmente nula y por ello,
por coherencia ética con su forma de filmar, toma la decisión de no incluirla
gratuítamente, aún sabiendo que para el público español de la época unos
desnudos podrían suponer un gancho comercial estimable. Es en Guerra Sucia,
dada su temática, que opta por incluir escenas de sexo y desnudos. Una vez
estamos ante un ejercicio de coherencia empañado por el brochazo soez otorgado.
Sí, no estamos ante un cineasta de la sutileza, y por ello el erotismo es
sucio, vulgar, de motel barato. No hay espacio para la sensualidad y si para el
brochazo, casi como si realmente le molestaran estas escenas y quisiera
sacárselas de encima lo antes posible.
Hablábamos de precariedad en el cine “simoniano” y Guerra
Sucia no solo no es una excepción sino que podríamos hablar de paradigma, de
muestra absoluta de lumpen cinematográfico. Sí, en Guerra Sucia asistimos en su
tramo final, en el desenlace de toda la trama a un ejercicio que es en sí mismo
una nueva dimensión en el mundo del found footage. Por motivos que se antojan
pecuniarios Simón tira de auto-referenciación y decide que no vale la pena
malgastar sus escasos recursos en escenas de acción o suspense que...ya había
rodado previamente!
Y así, sin ningún tipo de tapujo asistimos a un desenlace
que es un mix sorprendentemente efectivo
entre escenas de Supersonic Man y Los nuevos extraterrestres, sus dos
films previos. Un ejercicio de
desvergüenza cinematográfica tan apoteósica que casi roza lo sublime, lo
genial. Lógicamente el resultado final acaba siendo desastrado, rómbico y apedazado. Un ejercicio que, quizás a excepción de sus dos últimos films,
supone lo peor de Juan Piquer Simón en el sentido de tocar fondo en el
abecedario de calificación fílmica. Sí, Guerra Sucia es serie Z de la buena, proletaria. De carátula de video
beta recubierta de polvo en la estantería más roñosa de un videoclub de barrio
ochentero; precisamente por ello es tan
adorable, reivindicable en grado sumo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario