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lunes, 13 de abril de 2015

Mil gritos tiene la noche (Juan Piquer Simón, 1982)



Hay un cierto acuerdo global en que la mejor película de Juan Piquer Simón es Mil gritos tiene la noche (título increíblemente mal traducido del más sugerente y coherente con el film, Pieces). De alguna manera se interpreta como su film más sólido e, incluso, con cierta capacidad no solo para coger el guante del incipiente slasher, sino para generar novedades al subgénero. Pero, ¿es esto realmente así? Si bien es cierto que algún que otro mérito se le puede otorgar a la película, esencialmente en cuanto a originalidad en las muertes y en la creación de un leiv motiv musical para el asesino, la verdad es que en el fondo estamos ante un más de lo mismo, como si del reverso cutre de cine de autor se tratara, en lo concerniente al universo “piquersimoniano”. Desde líneas de diálogo que por sí solas justifican y destruyen toda la trama posterior, pasando por un montaje de diversiones a lo Eisenstein que no lleva a ningún lado, estamos ante posiblemente uno de los peores arranques jamás filmados en la historia del cine.



A partir de aquí la cosa se estabiliza, y entramos en un cierta rutina “asesinato-misterio-investigación” que arroja, eso sí momentos de ridículo espantoso. Desde el Bud Spencer de pandereta poniendo obvias caras de malo que llevan más a la risa que al miedo, hasta inspectores de policía que confían el caso a un estudiante pardillo sin coartada alguna, pasando por una policía “infiltrada” cuya identidad conoce toda la universidad, no se puede caer más bajo en materia de coherencia y de construcción argumental. Eso sí, la palma en materia de bochorno se la lleva la capacidad del asesino de disimular que lleva una moto sierra escondida en la espalda junto al momento artes marciales tan en boga por la época.



En su debe, sin embargo, está cierta sordidez en las muertes, la generosa cantidad de sangre (in crescendo durante todo el film) derramada y la abundancia de destetes patilleros que trufan la función. Elementos estos imprescindibles en cualquier slasher que se precie y que Piquer Simón lleva a sus niveles más óptimos. Junto a ello también es destacable el intento de fusionar el género con primos hermanos cinéfilos como el giallo. Intento que se limita a ponerles guantes al asesino y cambiar su weapon of choice en modo random de moto sierra a cuchillo de cocina.


En definitiva, Mil Gritos Tiene la Noche pretende ser un psychothriller oscilante ente lo psicológico y sangriento y acaba siendo más bién un psicotrópico divertimento. Porque eso sí, sea por sus torpes elipsis, por sus fallos de raccord exhibicionistas o por su deficiente montaje, esta es quizás la película más disfrutable en cuanto ritmo y ratio metraje/argumento. No, esto no al convierte en la película más aceptable de la filmografía "piquersimoniana", pero sin duda, le da todos los ingredientes para ser la más recordada y, en cierto modo, disfrutable.


Escrito por Alex P. Lascort


lunes, 30 de marzo de 2015

Slugs, muerte viscosa (Juan Piquer Simón, 1987)

Hablábamos de La grieta como presunta cima en las pretensiones internacionales de Juan Piquer Simón. Una cima que no se podría haber alcanzado sin intentos previos de “joint venture” nacional-internacional como la ya comentada Supersonic Man, Mil gritos tiene la noche y la que nos ocupa, Slugs, muerte viscosa. Por una vez, Slugs no se inscribe en ninguna moda del momento, como mucho podría emparentarse con títulos como El terror llama a su puerta, pero sin el elemento meta-cinematográfico y humorístico de ésta. No, Slugs, es una  película de bichos asesinos pura y dura que juega con los códigos de films de invasiones como Aracnofobia, o El Enjambre añadiéndole toques sangrientos (casi bordeando el gore) más propios de films como Piraña. Desde esta perspectiva, aún teniendo claras las influencias, estamos en el film probablemente más libre de Simón en tanto que no debe rendir homenaje, ni aprovechar filones comerciales de ningún título. Sí, este es probablemente uno de los productos "simonianos" más compactos, coherentes y convincentes de su filmografía. Una cinta que además consigue crear, sino miedo, sí dejar en la retina imágenes y situaciones perdurables en la memoria colectiva como la escena de la infestación vía ensalada y sus funestas y desagradables consecuencias a nivel digestivo.






Aunque tampoco cabe llevarse a engaño: Slugs no es ni mucho menos una buena película ya que, en gran parte, sigue adoleciendo de los principales defectos recurrentes en la filmografía “simoniana”. Es destacable en este sentido la escasa capacidad de síntesis (más grave si cabe teniendo en cuento el escaso metraje del film) de la que hace gala. Efectivamente, la película tarda una eternidad en arrancar, empeñándose en presentar todo el microcosmos de la localidad donde transcurre la acción. Algo que no es necesariamente negativo, pero que sí resulta agobiante cuando tanta presentación de personajes solo sirve para ser un mera lista donde veremos las víctimas seguras y los que seguro se salvarán.



Sí, como habitualmente sucede, no hay más que trazo grueso en el dibujo de los personajes. Una unilateralidad direccional en la que el maniqueísmo se hace presente para señalarnos no solo quién vive y quién muere si no para dejar constancia que su destino es merecido. En este sentido Hay una cierta visión retributiva por parte de Piquer que si bien resta credibilidad al conjunto si le da un aspecto más brutal, más cruel. 


La sensación final es que Slugs es probablemente el film mejor ensamblado y coherente en toda la carrera del director valenciano. Una película que como mínimo no desprende ese aroma a  serie Z habitual y que fácilmente puede pasar por una B modesta pero resultona. Lo mejor sin duda es que podemos decir que a la inversa de lo habitual Slugs no recoge ni versiona películas si no que dejó un legado, una herencia que recogieron otros cineastas. Desde la modestia de productos como They nest hasta films de culto como Slither, todos tienen algo que agradecer a la cinta que nos ocupa. Sin duda un must see de Piquer Simón.


Escrito por Alex P. Lascort


lunes, 23 de marzo de 2015

La grieta (Juan Piquer Simón, 1990)

Objetivo cumplido: Por fin Juan Piquer Simón consiguió lo ansiado. Realizar una película de género a la moda (en la misma línea que Leviathan: el demonio del abismo o Profundidad 6 por citar algunas), con reparto internacional, presupuesto generoso dentro de los parámetros habituales con los que se manejaba, y una cierta campaña de promoción que hacía augurar un primer éxito (modesto, eso sí) para esta mezcla “cameroniana” entre Abyss y Alien que pretendía ser La grieta. El problema, más grave si cabe al no haber la “excusa” presupuestaria, es que una vez más hay un mundo entre lo que se pretende  filmar y el resultado. Sí, cierto es que en esta ocasión contar con R.Lee Ermey o Ray Wise  da un cierto aire de, sino credibilidad, sí de profesionalidad, de empaque. Pero lo que ya no funciona de ninguna manera es la historia. Efectivamente, La grieta vuelve a no saber en qué liga jugar. Se mueve entre el thriller claustrofóbico, la monster movie y la sci-fi cincuentera quedándose en producto que hoy día tendría su mejor referente en cualquier película de The Asylum. O sea, arruinar la función tomándose demasiado en serio a sí mismo, reduciendo la diversión a la mínima expresión y aburriendo hasta a las ovejas. 


Desde luego, Piquer Simón puede que no estuviera especialmente acertado en el desarrollo visual de la trama, pero no hay que desdeñar en absoluto el factor mala suerte. Ciertamente nadie podía prever en la fecha de filmación de la película el impacto que tendría posteriormente un personaje de la talla de Pocholo Martínez Bordiu, pero su desaprovechamiento es tal que no consigue satisfacer ni el ansia de recuperación freak que uno podría tener al descubrir que tan mítico individuo aparece en la película. De hecho, el propio Pocholo cargaba duramente contra Piquer Simón amonestándolo por su autoritarismo y falta de talento al eliminar prácticamente todas sus líneas de diálogo y (ojo, spoiler) convertirlo en la primera víctima del monstruo en la película.


Cierto es que todo esto podría entrar en el terreno de lo meramente anecdótico, pero  nos da una muestra de los problemas con lo que tuvo que lidiar el bueno de Juan Piquer. Sí, La grieta es posiblemente la película menos trash del director valenciano en tanto que su envoltorio formal, su empaque, es el que visualmente parece más presentable, menos dejado de la mano de la improvisación. Sin embargo, y también por comparativa, es posiblemente uno de sus peores títulos al no poder cumplir ni de lejos con las expectativas planteadas. Sosa, lenta, incoherente y por momentos incomprensible, La Grieta significó todo lo contrario a lo pretendido en la carrera del director. De ser su plataforma de lanzamiento a algo más grande  le hundió, aún más si cabe en el abismo de la serie Z, del olvido.


Escrito por Alex P. Lascort


viernes, 13 de marzo de 2015

Los nuevos extraterrestres (Juan Piquer Simón, 1983)

En nuestro anterior artículo sobre el cine de Juan Piquer Simón explorábamos como el director valenciano demostraba buen ojo para saber lo que se cocía a nivel internacional, buscando la forma de trasladar, aunque fuera a modo de spoof involuntario, a suelo patrio historias parecidas a las triunfadoras internacionalmente. Si Supersonic Man no dejaba de ser una respuesta  low cost a Superman, nuestro título de hoy, Los nuevos extraterrestres, se inscribía en el fenómeno alien bondadoso que triunfaba de la mano del E.T. de Spielberg. Aunque siendo del todo sinceros la cosa no iba encaminada en esa dirección. Piquer Simón, a pesar de ya haber firmado alguna película de aventuras familiares como Viaje al centro de la tierra, aspiraba a una película con un contenido más violento, o como mínimo con más mala leche. Estábamos pues ante algo más parecido a una derivación de Alien que de E.T. O eso al menos es lo que Piquer puso como excusa ante la confusión, caos y diferencia de tonos mostrados en Los Nuevos Extraterrestres.


Sea por el tijeretazo impuesto por los productores o por mano del propio Piquer, estamos ante la que sea posiblemente la obra más confusa, divagante y por ello a ratos cómica de la filmografía del director valenciano. No solo se trata de esos planos “Ed Woodianos” donde es de día y de noche sin solución de continuidad, o el tono en vaivén entre lo familiar y lo despiadado y cruel. No. Se trata de que en sí mismo estamos ante una historia sin pies ni cabeza, en la que se adivinan a grandes rasgos los rasgos maestros de la trama, pero nunca que hay detrás de todo ello.


Ni las motivaciones, ni la psicología de los personajes tienen relevancia. Debemos sentir simpatía por el niño y el extraterrestre (el mágico Trompi) solo porque sus roles aparentemente están diseñados para ello y por contraposición a los “malos” de la función. Así pues no importa que el niño sea de una repelencia insoportable, o que el mágico y bondadoso Trompi tenga arranques de cabronería irritante. Se trata de empaquetar un film “familiar” al precio que sea y no se puede dejar que algo tan insignificante como el guión arruine la propuesta.


Capítulo aparte merece el uso indiscriminado de la niebla. Si bien es cierto que esto es un formalismo recurrente en las obras de Piquer simón, es en esta película donde toma mayor relevancia. Sí bien entendemos la intencionalidad de crear un cierto aire de misterio se acaba por rozar el esperpento. No tan solo por aparecer en modo random sino por la cantidad empleada, hasta el punto que por momentos no solo no funciona como herramienta de misterio sino que acaba por incluso impedir la visión clara de lo que pasa en pantalla. ¿Elipsis irónica para tapar posibles errores argumentales? Tratándose de Piquer Simón podría incluso ser posible, solo que dada la confusión general en el film no apreciamos donde está la diferencia en usar dicho recurso irónico.


Los Nuevos Extraterrestres es probablemente algo muy alejado de lo que hubiera querido su director. A medio camino entre el film de terror que pretendía filmar, la película familiar que le impusieron y la spoof movie que finalmente no fue (para eso ya tenemos El ETE y el OTO de los Hermanos Calatrava) ha acabado por ser ese film de culto, en el peor de los sentidos posibles, víctima de una adoración freak destinada a la chanza y la burla. Lo peor de ello es que para no dar no da ni risas. Quizás alguna sonrisa limitada al carisma de su protagonista alienígena y poca cosa más. Un desastre sin paliativos y uno de los momentos más bajos sin duda de la filmografía “piquersimoniana”.


Escrito por Alex P. Lascort


viernes, 6 de marzo de 2015

Supersonic Man (Juan Piquer Simón, 1979)

A veces da la sensación de que el universo de los superhéroes, sea en su versión “marvelita” o en el intento WarnerDC de crear algo parecido, es algo recién inventado. Como si jamás antes hubieran existido en pantalla grande. Eso o directamente se nos presentan como productos aislados, fogonazos que fracasaron en su intento de constituirse casi en subgénero propio. Sin embargo nada de esto es realmente nuevo: los superhéroes, como revisión de los antiguos dioses clásicos, o como nuevos iconos de la cultura popular siempre han suscitado interés en la industria cinematográfica ya sea  en su condición más mainstream como el Superman de Richard Donner, o los productos televisivos como el piloto The Amazing Spider-man de 1977. Dado el éxito cosechado por estos productos no es de extrañar que alguien como Juan Piquer Simón, siempre ojo avizor, a los éxitos de género planteara un producto claramente deudor del de Donner. Está claro que el superhéroe “simoniano”, tanto en look, como en génesis, como incluso en su contexto americano no hubiera podido existir sin el éxito de su sosias kryptoniano. Sí, Supersonic Man no deja de ser algo muy parecido a una spoof movie, especialmente por sus risibles resultados, aunque sus planteamientos iniciales sugirieran la idea de una aventura seria.


Dado el origen espacial de nuestro héroe y su gama de superpoderes, el factor presupuesto se deja sentir, para mal, en esta producción. Efectivamente, Piquer tiene que tirar de cromas de escasa credibilidad y repetición de escenas (esencialmente los momentos de “vuelo” del protagonista). Sin embargo esta carencia repercute de otras maneras en el desarrollo de la película, y, como siempre, se nota el traslado entre la intencionalidad y el resultado. 


Más allá de la temática superheroica, Simón da unos aires decididamente más terrenales al buscar una trama más relacionada con el mundo de los espías, con cierta estética “jamesbondiana”, que con el universo heroico propiamente dicho. De esta manera busca minimizar el impacto de lo visualmente cutre y dar empaque al producto a través de una historia sólida. Otra cosa es que el resultado lo refleje: no nos llevemos a engaño. Por más escenas nocturnas, páramos industriales, niebla, y otros maquillantes en la puesta en escena el conjunto acaba por parecer lo que realmente es: una serie z con pretensiones, aunque endeble en resultados.


Eso sí, como habitualmente en las producciones “piquersimonianas” se aprecian elementos que las elevan por encima de la media de lo que suele ser el cine trash. En el caso de Supersonic man hablamos esencialmente del sentido del ritmo y de la concreción temporal. Sí, nos hallamos ante una película que funciona y se sigue, a pesar de todo, con interés por su  capacidad de moverse entre lo trepidante y lo absurdo. En el fondo no sabemos si sus elipsis y sus lagunas argumentales forman parte de lo planificado, lo necesario por estrechez de medios o directamente la manifestación de la ausencia de talento. Lo que sí está claro es que no importa, puesto que el resultado final, aunque sea en forma de comedia involuntaria, funciona.


Supersonic man es, sin duda, uno de los hitos en la filmografía de Juan Piquer Simón. Probablemente por su diseño bordeando lo kitsch, por la diversión que genera y porque, para que negarlo,  tenía cierto mérito lanzarse a la piscina filmando un producto de este género yendo a contracorriente de la moda patria del cine de destape. Simón, en cierta manera manifestó, no tanto ser un avanzado a su tiempo (que también), sino ser algo que más que un mero ejecutor de proyectos, ser un director-espectador tratando de plasmar aquello que le podría ilusionar desde el otro lado de la pantalla. Alguien así, concernido por el espectador, vale mucho la pena, y su cine, con todos sus defectos también.


Escrito por Alex P. Lascort


viernes, 27 de febrero de 2015

Guerra Sucia (Juan Piquer Simón, 1984)


Juan Piquer Simón es casi casi por antonomasia el director de género español con más etiquetas colgadas en su haber y no precisamente positivas. Cutre, casposo, perpetrador de películas infames....Todos ellos epítetos nada cariñosos que sin embargo, a pesar de su crueldad, no dejan de reflejar una cierta “verdad”. No nos engañemos, Juan Piquer Simón es un artesano, un pionero en España entregado por completo al género, sobre todo al fantástico y al terror, que demasiado a menudo tuvo que apechugar con presupuestos infames  y el desprecio de público e instituciones. Es decir, que sí, que en su haber tiene una buena colección de desastres fílmicos, pero también auténticas joyitas tales como Supersonic Man o Mil gritos tiene la noche que glosaremos, junto a sus obras no tan acertadas, en sucesivas entregas de esta retrospectiva “Simoniana”. Si el cine de Juan Piquer Simón podría considerarse marginal estamos ante posiblemente la que sea su obra más underground dentro de lo underground. Un film que se mueve directamente en los márgenes de lo precario, de lo escaso. Cine de guerrilla que trata de abarcar con el mínimo posible, la máximo expresión del aprovechamiento. Un producto que directa y literalmente araña, raspa los fotogramas para llegar a su meta y conclusión.


La premisa es muy sencilla, hacer un film, un thriller, mezcla de cine de acción exploit  vinculado a la explicitación violenta de los 70, mezclado con ciertos aires de film de espías “bondianos” con regustillo a guerra fría. Teniendo en cuenta el año de su realización la pretensión, así como los looks de sus personajes y puesta en escena ya conforman un contexto "demodé" con más caspa que glamour retro. Sin embargo, aún siendo difícil adivinar si es aposta  u obligado por las circunstancias, no deja de tener su gracia ver como una ciudad como Madrid, en pleno apogeo de la movida, acaba por parecer como un suburbio pobre de cualquier ciudad del bloque soviético. Algo que dadas las características del film, lejos de desentonar le dan un aire más compacto, más sólido.


Sin poder contar con muchos de los actores que conforman el elenco habitual de sus films (habría que hablar largo y tendido de su visión “cassavetiana” del casting como universo transmigratorio familiar) se opta casi por la presencia de emuladores, de avatares que asimilen antiguos roles, poses, actitudes. El resultado no acaba de cuajar, no hay química y se intuye una impostura, especialmente en el protagonista, que hace que sus poses de tipo duro acaben por asemejarse más a un Arturo Fernández en Torremolinos que a un presunto Charles Bronson de la vida.


Uno de los elementos  destacables por su irrupción novedosa en el entramado fílmico de Juan Piquer Simón es la presencia de un erotismo, hasta el momento, inexistente o como máximo soslayada en elipsis pudorosas. No, no es que estemos ante un director de lo recatado o lo puduroso o lo conservador, no. Simón omite lo sexual porque su relevancia en sus films es argumentalmente nula y por ello, por coherencia ética con su forma de filmar, toma la decisión de no incluirla gratuítamente, aún sabiendo que para el público español de la época unos desnudos podrían suponer un gancho comercial estimable. Es en Guerra Sucia, dada su temática, que opta por incluir escenas de sexo y desnudos. Una vez estamos ante un ejercicio de coherencia empañado por el brochazo soez otorgado. Sí, no estamos ante un cineasta de la sutileza, y por ello el erotismo es sucio, vulgar, de motel barato. No hay espacio para la sensualidad y si para el brochazo, casi como si realmente le molestaran estas escenas y quisiera sacárselas de encima lo antes posible.


Hablábamos de precariedad en el cine “simoniano” y Guerra Sucia no solo no es una excepción sino que podríamos hablar de paradigma, de muestra absoluta de lumpen cinematográfico. Sí, en Guerra Sucia asistimos en su tramo final, en el desenlace de toda la trama a un ejercicio que es en sí mismo una nueva dimensión en el mundo del found footage. Por motivos que se antojan pecuniarios Simón tira de auto-referenciación y decide que no vale la pena malgastar sus escasos recursos en escenas de acción o suspense que...ya había rodado previamente!


Y así, sin ningún tipo de tapujo asistimos a un desenlace que es un mix sorprendentemente efectivo  entre escenas de Supersonic Man y Los nuevos extraterrestres, sus dos films previos. Un ejercicio de desvergüenza cinematográfica tan apoteósica que casi roza lo sublime, lo genial. Lógicamente el resultado final acaba siendo desastrado, rómbico y apedazado. Un ejercicio que, quizás a excepción de sus dos últimos films, supone lo peor de Juan Piquer Simón en el sentido de tocar fondo en el abecedario de calificación fílmica. Sí, Guerra Sucia es serie Z de la buena, proletaria. De carátula de video beta recubierta de polvo en la estantería más roñosa de un videoclub de barrio ochentero;  precisamente por ello es tan adorable, reivindicable en grado sumo.


Escrito por Alex P. Lascort


sábado, 26 de octubre de 2013

Manos: The Hands of Fate (Hal Warren, 1966)

Los entresijos de la creación de la película que supone la entrada debutante en este nuevo, modesto, y probablemente efímero blog, son de lo más fascinantes. En el año 1966, el vendedor americano de fertilizantes Hal Warren se planteó hacer, como resultado de una simpática apuesta en estado etílico, una película de terror con la intención de llegar a las grandes masas, con un presupuesto muy reducido (11.000 dolares según imdb). El resultado no pudo ser más catastrófico para el mundo del celuloide. Nos encontramos ante la peor película de la historia del cine sin discusión alguna (aunque esa aseveración parezca muy categórica habiendo una lucha tan encarnizada por ese dudoso trono). Una obra cinematográfica que nace a lo grande con un título que mezcla sin ningún rubor castellano con inglés (cual canción de Franco Battiato).



La acogida del filme el día de su presentación fue muy voluble. Tras la euforia inicial de la crítica especializada ante semejante esperpento (que fue tomado como una comedia), Warren proclamó indignado que se trataba de un film de terror, ante el estupor generalizado de la prensa allí presente. El citado enfado del autor fue tan considerable que pidió que la cinta no se exhibiera nunca más en una sala comercial. Décadas después, en el año 1990, ante la demanda masiva de espectadores, el colectivo Mystery Science Theater 3000 se encargó de rescatarla para deleite de los cinéfilos más inquietos del planeta.


La premisa del filme es muy básica y mil veces vista en el cine de Terror, al cual tiene intención de pertenecer. Los miembros de una familia ejemplar americana (perro incluido) que se disponía a visitar Disneyland van a parar accidentalmente, tras olvidarse el mapa en casa, a una mansión ténebre que parece dominada por fuerzas oscuras. La propiedad está regentada por una especie de Fauno que responde al inquietante nombre de Torgo, quien pese a su reticencia inicial les permite ser hospedados durante la noche. Al amanecer, los acontecimientos se torcerán con la aparición de unos fenómenos sobrenaturales que cambiarán la vida de la familia aburguesada. Dentro de la mansión hay una perturbadora representación del Amo y su fiel Doberman que inquieta sobremanera a la familia después de observarlo con detenimiento.


Cuando el fauno se apodera de la narración, la obra nos muestra todo su potencial, mediante los primeros movimientos del muy encorvado guardián,  con sus espasmos por bandera, su bastón inseparable, una tartamudez ronca muy fluida y glamourosa, aderezados con la banda sonora más carismática e irreverente que se recuerde (los espeluznantes momentos musicales al son de un dudoso pianito acompañando al hombre del bastón son difíciles de olvidar), y convierten al presunto e improbable fauno en uno de los villanos más peculiares y dotados de mayor personalidad que ha dado el séptimo arte a lo largo de su historia (con permiso del gran Bobby Perú). Una lástima que tras ese recital interpretativo de John Reynolds (muerto tristemente en extrañas circunstancias el mismo año de producción del filme) el protagonismo recaiga cuasi por completo a "manos" del Amo, cuyo mayor atractivo reside en el espectacular atuendo que luce, con una mano inmensa decorada, y unos poderes muy peculiares y originales que no desvelaré para no romper el embrujo de tamaña experiencia hipnótica a quienes se acerquen por primera vez a esta incomprendida joya trash. En la parte final la presencia femenina cobra gran trascendencia otorgando a la narración una notoria carga simbólica feminista (casi oculta), erotismo, y sensualidad a borbotones.


Técnicamente es una delicia. La película fue rodada con una cámara de 16 mm que solo podía grabar durante 32 segundos. Los cortes del film son antológicos (hay un momento donde se le llega a ver el brazo al cámara). La calidad de la imagen, la banda sonora y las actuaciones (las voces dan la sensación de estar dobladas todas por la misma persona exceptuando la de la niña) son de lo peor que he degustado en mi larga carrera de cinéfilo. Sin embargo, este cúmulo de despropósitos unidos le dan un sello muy personal, e incluso conceptual y vanguardista a este imperecedero filme de culto. Hay multitud de incomprensibles tiempos muertos en los cuales los personajes sólo se miran entre sí (o a la cámara fijamente) en silencio, homenajeando al cine mudo y anticipándose a alguno de los autores más transgresores con el casi nulo uso del diálogo en el cine contemporáneo, como son Béla Tarr, Aki Kaurismaki, Tsai Ming-liang y Kim Ki-duk. Debo reconocer que no daba crédito ante lo expuesto y me reí durante buena parte de su inacabable metraje, aunque resulte evidente que esas no fueran las intenciones reales de su autor. He visto cortos de compañeros de clase del "Insti" que tienen bastante más valor cinematográfico que este engendro. 



NOTA: 0,5/10