jueves, 21 de noviembre de 2013

Mister Lonely (Harmony korine, 2007)


Harmony Korine es un cineasta con un talento innato para conseguir provocar la incomodidad del espectador utilizando procedimientos transgresores, desde sus inicios, cuando escribió el guión para Kids del “salido” Larry Clark a la precoz edad de 18 años. En su vertiente como director destaca por poseer un universo muy particular con narraciones que retan a la narrativa convencional, la lógica, y el buen gusto (la paliza de unos energúmenos a una silla y la ingestión de los macarrones en la bañera de Gummo, su controvertido debut, forman parte de los momentos más extravagantes y significativos de la historia del cine). Su segundo largometraje, la oscura y granulada Julien Donkey-Boy, supuso la primera película americana enmarcada dentro del movimiento Dogma 95, aunque voluntariamente violaba algunas normas del estricto manifiesto auspiciado por Lars Von Trier. A raíz de su ruptura sentimental con Chlöe Sevigny, Korine pasó una época muy inestable mentalmente dominada por la heroína, donde pasó varios años encerrado en su habitación en un estado de enajenación mental que le llevó a escribir únicamente historias sobre cerdos. Tras recuperarse de la crisis llegó Mister Lonely, su esperanzador regreso al cine, que luego se empañaría con la inclasificable Trash Humpers, donde unos tipos con máscaras de ancianos se dedican a hacer el cafre sin descanso durante toda la narración; para finalmente reinventarse con Spring Breakers, que bajo su apariencia ligera esconde una proeza visual hipnótica con una dirección y un montaje prodigiosos.


La apertura de Mister Lonely tiene un tono muy melancólico por el cariz de la voz en off del protagonista interpretado por Diego Luna, con reflexiones alucinadas con reminiscencias New Age sobre la identidad, que graba en cintas para escucharlas posteriormente . El actor mexicano aparece en el rol de un imitador de Michael Jackson residente en París, que no encuentra su lugar en la sociedad, y le cuesta hacer dinero con los movimientos sin música del baile del imitado. El falso Jackson conocerá a una imitadora de Marilyn Monroe (una estupenda Samantha Morton) que le invita a instalarse en una comuna en un castillo escocés donde vive su esposo, un imitador de Charles Chaplin, y a la hija de ambos: Shirley Temple. En la comuna también conocerá  a otros imitadores que se mantienen gracias a la agricultura y el cuidado de ganado, pretendiendo ser como sus personajes elegidos y adoptando sus personalidades. Allí viven James Dean, Madonna, Abraham Lincoln, el Papa Juan Pablo II, la Reina de Inglaterra, Sammy Davis Jr, y Caperucita Roja, entre otros. El grupo de dobles desestructurados construye un teatro presidido por un dudoso gusto y decadencia absoluta con el fin de darse a conocer al público. Por otro lado, en una historia paralela sin ninguna relación a priori, la cinta nos expone a un grupo de misioneros en América Latina comandado por Werner Herzog en el rol de un sacerdote cuyo cometido consiste en proveer de comida a los más desfavorecidos de la zona. Las monjas de esta congregación encontrarán una revelación hilarante tras un accidente en una avioneta que traerá consigo una audiencia con el Papa de Roma.


Mister Lonely es la incursión más lograda estéticamente de su autor después de Spring Breakers. El film de Korine está dotado de un gran lirismo contemplativo comparado con sus dos primeros trabajos, y es la menos pasada de vueltas de su escueta filmografía, a pesar de tener la premisa más delirante e iconoclasta de todas, manteniendo de un modo menos visceral las constantes de su cine: el tratamiento de las enfermedades mentales y los personajes disfuncionales repletos de inocencia y patetismo. Una cinta tan original, arriesgada y comprometida como entrañable, repleta de ternura, humor marciano y oscuridad. Korine nos muestra un deprimente retrato sobre la condición humana y su necesidad de evadir la realidad mediante la creación de una personalidad distinta para poder ser alguien y sentirse acompañado en su soledad. El tercer trabajo de Korine es una historia en forma de fábula sobre la fe, el final de la infancia, la búsqueda de la identidad personal y artística, y la importancia de llevar a cabo los ideales individuales, por muy absurdos que estos parezcan.


Aunque no sea su película más perversa, es evidente que Korine tiene un universo muy personal cargado de nihilismo exacerbado y sordidez a borbotones (el único cineasta que se le puede acercar en ese aspecto es el austriaco Ulrich Seidl, con el que comparte algunos excesos, siempre con la alienación, la soledad, y la decadencia del ser humano contemporáneo como telón de fondo), pero también queda claro que el cine de Herzog con sus personajes lunáticos está muy presente en sus obras, y el hecho de que haya aparecido como actor en dos de sus películas da la sensación de corroborarlo. Para un «caraxista» como un servidor, también es una grata sorpresa la presencia de Leos Carax en un pequeño papel interpretando a un psiquiatra (autor con el que Korine comparte también algún punto de conexión, aunque en sus inicios estaba despojado de la lírica y el poderío visual del francés. También tiene un rol (más importante) el gran Denis Lavant (el alter ego en pantalla en el cine de Carax) como un Chaplin con bigote y aire hitleriano, con gran afición por los deportes, y con un carácter malhumorado que le hace desfogarse de sus enfermizos celos infligiendo unas soberanas palizas al Ping Pong al falso Jackson. Los momentos más divertidos vienen de la mano de la sección de los misioneros con el Padre Herzog, que también aparece en una de las escenas más desconcertantes sermoneando a un hombre para que renuncie al adulterio, ambos con el rostro sonriente y mirando a la cámara, con claro aspecto de improvisación.


La película responde a alguna de las dudas que plantea durante todo el metraje en la parte final, aunque la conexión entre las dos historias sigue antojándose muy peregrina, más allá del aspecto religioso de ambas comunidades que impera en una narración que pese a ser «buenrollista» está marcada por un eclecticismo analítico cargado de mala baba.  A pesar de sus innumerables hallazgos y la hondura de los temas tratados, Mister Lonely no tuvo gran acogida por crítica y público, probablemente debido a la incoherencia narrativa y el carácter deprimente de su segunda mitad, que no empañan una gratificante experiencia, dominada en todo momento por un extraño misticismo. Una película transgresora e incomprendida, plagada de grandes situaciones y personajes que perduran en la memoria del espectador, que sin ser la obra más lograda de Korine es un filme reivindicable y supuso su recuperación para el cine tras su crisis personal.



NOTA: 7/10


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